Las calderas del río Cambrones

LAS CALDERAS DEL RÍO CAMBRONES

San Ildefonso – Segovia

Mapa de la ruta:

Desnivel de la ruta:

Descripción de la ruta:

         
   

Llegando a La Granja, dirigimos la mirada al norte: descubrimos, coronado por un repetidor, el cerro de la Atalaya, cónico, pardo y pelado; en tanto que, a la derecha de éste, veremos alzarse las moles pinariegas de la Flecha y el Reventón. Entre la desolación de uno y el verdor de las otras, se abre paso el Cambrones por su valle.

El cerro de la Atalaya, ha sufrido un proceso de degradación, por tala y sobrepastoreo, que dejó el primitivo robledal reducido a un yermo donde sólo levantan dos palmos del suelo algunos arbustos recalcitrantes. Entre ellos, el cambroño, especie de piorno, cuya abundancia en esta zona explica el bautismo del río Cambrones.

 

   
         
    Hacia él nos dirigiremos saliendo de La Granja  por el paseo del Pocillo, donde tomaremos como referencia la fábrica de vidrio para, 800 metros más adelante, tirar a la derecha en una bifurcación que se presenta en una pronunciada curva, y luego seguir otros 400 m. por pista de tierra  hasta llegar a la altura de dos portillos enfrentados que hay a ambos lados del camino. Por un paso peatonal a la izquierda, cogeremos la senda que, enfilando hacia la Atalaya, se arrima al río Cambrones.  
         
   

 

 

 

 

Al poco, habremos cruzado el río por un puente de madera y, tras pasar una puerta giratoria, estaremos remontando la corriente, muy menguada a causa de una cacera que le chupa medio caudal aguas arriba. Caminaremos por un bosque de robles, fresnos y sauces, y un rico sotobosque con altos helechos, majuelos, escaramujos, tomillo cantueso…

 

 
         
 


 

El Cambrones, que nace en el puerto de Malagosto, a casi 2.000 metros de altitud, y va a dar al Eresma en el embalse del Pontón, junto a La Granja, a 1.100 m., tan sólo 14 kilómetros después, es un río que se precipita alocadamente hacia el real sitio constreñido entre las pindias laderas de los montes Carpetanos  al este y el cerro de la Atalaya  al oeste, dando numerosos saltos y parones en las angosturas y oquedades que las peñas forman en el paraje conocido como las Calderas.

 

 
         
 

Como a media hora del inicio, rebasaremos la toma de aguas de la mencionada acequia y una caseta, atravesando acto seguido una sombría sauceda por la que iremos a dar ante una primera poza notable, que en realidad no es más que un charca artificial que los bañistas han represado, para su placer, amontonando piedras en una estrechura del cauce.

 

 

 

 

 

 

 
         
   

Aquí abandonaremos la orilla, momentáneamente, para ganar algo de altura por la misma ladera y así poder continuar valle arriba por un sendero más desembarazado de vegetación.

En otra media hora, a contar desde la caseta, nos veremos obligados a vadear el río en una angostura peñascosa, después de lo cual acometeremos una serie de fáciles trepadas por las rocas de la margen izquierda, topándonos maravillados, una detrás de otra, la poza del Guindo, la poza Negra, al pie de una espumeante cascada y un interminable rosario de pozas escalonadas.

 
         
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